Algunos ni lo sentimos, otros aún estamos de vacaciones.
La realidad es que la cuesta de enero ya está aquí y, pese a la publicidad de cierta cadena comercial, nos ha pegado a todos (los funcionarios, representantes populares y magistrados no leen esta columna) desde antes del "año nuevo" (donde los precios sufrieron un incremento de un 10-20%).
Con preocupación veo los carritos en los diferentes supermercados, y veo gente de todos niveles tratando de "ahorrar" unos pesos en sus compras, cuando por la diferencia en proceso, componentes, aditivos, los productos (de menor precio) que llevan constituyen un riesgo para su salud a mediano y largo plazo.
Un producto que no habiamos analizado son las margarinas y las mantequillas.
La mayoría de las margarinas está descartada, pues siguen conteniendo cantidades altas de "aceites vegetales parcialmente hidrogenados", que son fuente segura de ácidos grasos en forma "trans", los cuales están asociados a un incremento al riesgo cardiovascular.
Por otro lado, es importante leer las etiquetas de las mantequillas, pues (como decía el personaje Orwelliano): todas son iguales, pero hay unas más iguales que otras.
Ejemplo: La marca Gloria tiene tres presentaciones: etiqueta amarilla, con sal.
Etiqueta verde, "sin" sal y etiqueta plateada, "gourmet".
Las diferencias son interesantes: todas (sólo faltaba que no) declaran "grasa de leche de vaca", pero las verde y amarilla, se les agrega lecitina. Sólo la "gourmet" enlista grasa de leche de vaca y colorante natural (annato). El annato es conocido como achiote, condimento de platillos del sureste Mexicano.
En un post anterior, reseñabamos que la lecitina (fosfatidil colina) es degradada por enzimas de la flora bacteriana intestinal y la colina resultante es responsable del efecto aterogénico.
Así que, mientras menos lecitina consumamos, mejor (como aditivo).
Un producto que recibe mucha atención: La leche.
La campaña publicitaria de industria y gobierno, allá por los años 40 y 50s funcionó de maravilla, y casi toda la población considera este alimento como indispensable. Esto lo relata la Dra Sandra en el artículo "Alimentando a la nación...", ya reseñado en este espacio.
Muchos consumidores están cambiando a "formula láctea", que es leche en polvo reconstituida, grasa butírica (para darle "cuerpo") y agua.
Por ley, sólo se puede llamar "leche" al producto fresco, pasteurizado o ultra-pasteurizado.
La leche en polvo se comercia internacionalmente, y si recordamos el incidente de Chernobyl y la contaminación de los pastos de Irlanda con Estroncio 90 (el cual se acumula como el átomo de calcio) pues nos preocupa.
Sin embargo, esta sociedad contemporanea está compuesta del único mamífero que consume leche después de los 2 años. Siendo mexicanos (consumiendo maíz nixtamalizado) es posible que obtengamos así nuestros requerimientos de calcio. Recordemos que la vitamina D activa es fundamental para el "aprovechamiento" del calcio (y recientemente se le asocia a otros efectos protectores) así como el ejercicio.
Es posible reducir significativamente el consumo de leche, si no podemos consumir el producto de buena calidad.
Les sugiero a nuestros dos lectores que hagan su versión de la lista de recomendaciones para las compras de alimentos.
La mía incluye:
Comprar alimentos frescos y de preferencia con el productor o tratando de evitar los intermediarios.
Mercado sí, supermercado lo menos posible.
Comprar lo mínimo de alimentos procesados (quesos, en mi caso).
Comprar productos mexicanos, primero.
Favorecer productos locales, lo más locales posible.
Cultivar una o dos especies comestibles, y algunos condimentos y tes.
Prepara conservas con alimentos de temporada.
Con la medida de disminuir el consumo de leche, refrescos y alimentos procesados, su "gasto" les rendirá el doble, lo cual les permitirá comprar alimentos de mayor calidad, más sanos, sabrosos y aún así, ahorrar un poco. Todo ésto, cuidando su salud.
Seamos creativos en enero!
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